El peor impuesto de todos
Argentina se ha convertido en un país tributariamente complejo, con muchos tributos, una presión fiscal de país desarrollado con Estados ineficientes en sus diferentes niveles, que proveen bienes y servicios de baja calidad. El sistema incluye multiplicidad de parches y distorsiones, y en algún caso es inequitativo porque hace que personas con la misma capacidad contributiva paguen distinto. Al combo se le agrega que hay grandes niveles de evasión.
Pero hoy me voy a centrar en el peor tributo de todos, uno que no le gusta a nadie y que genera desagrado tanto en tributaristas como de pymes y consumidores. Venga, pase y siéntese, hoy vamos a desmenuzar juntos la principal fuente de recaudación de las provincias, el Impuesto a los Ingresos Brutos.
Un poco de historia
Los libros cuentan que se le ocurrió a Dino Jarach, un tributarista italiano que vivió en la Argentina y sentó en los años 40 las bases de nuestro sistema tributario. El tano tuvo una gran ocurrencia que se propagó enseguida por todo el territorio nacional. Allá por el año 1977 diseñó un impuesto sobre las ventas que bautizó impuesto sobre las actividades lucrativas pensado para la provincia de Buenos Aires, casi siempre deficitaria.
Las buenas ideas se copian rápidamente y todas las provincias lo imitaron. Lo crearon a través de leyes (códigos fiscales), fundaron agencias o direcciones y comenzaron a tener una extraordinaria fuente de recaudación para financiar sus gastos. Definieron con una norma legal que todas las actividades económicas autónomas sin distinción, iban a tener que aportar a las arcas provinciales. A partir de ahí todo aquel que facturara por la venta de algún bien o por la prestación de un servicio debería liquidar y pagar un porcentaje. Fijaron exenciones para incentivar algún que otro sector y definieron agentes de retención para agilizar su cobranza.
Desde entonces, cada una de las 24 jurisdicciones en las que se divide Argentina recauda Ingresos Brutos. Desde grandes industrias a empresas pymes pasando por profesionales independientes, negocios o emprendimientos. Responsables Inscriptos o Monotributistas. Todos alcanzados, casi nadie se salva. Las reglas y los procedimientos se determinan localmente (cuando hay actividad en más de una jurisdicción aparece el famoso Convenio Multilaterial, pero eso es más sofisticado). En promedio, las alícuotas para la venta de bienes y servicios oscilan entre el 3% y el 5 %. En el caso de las actividades industriales, las alícuotas son generalmente más bajas y van del 0 % al 2 %.
Mientras lee querido lector me imagino que se estará preguntando: Aja, ¿y por qué es tan malo el impuesto? Estamos en presencia del peor de los impuestos por sus características ya que es regresivo, acumulativo e indirecto. Veamos de que se trata.
Los impuestos pueden ser progresivos o regresivos. Los primeros son los que tienen en cuenta la capacidad contributiva, es decir que los que más tienen más pagan, algo que no ocurre en este caso ya que la alícuota es la misma sin tener en cuenta los niveles de ingresos. Quienes menos recursos tienen más consumen y es ahí donde mayor impacta el gravamen.
Es acumulativo porque lo agrega y traslada cada uno que interviene en la cadena de producción y servicios. Se produce un efecto cascada. Se va agregando al costo de cada etapa y se incluye en la base imponible para calcular el impuesto de la próxima, es decir que se paga impuesto sobre impuesto.
También es indirecto ya quien lo liquida no es quien lo paga, sino que lo traslada a precio y lo termina soportando el consumidor final. Se aplica a todas las actividades sin que exista crédito por el pago en instancias anteriores (algo que si ocurre con el IVA). Sumado a otros impuestos vigentes que se agregan a los costos, se produce una acumulación en los precios finales. Es una de las razones que explican por qué los productos nacionales son más caros que los importados.
Otra cosa que ocurre es que el mecanismo incentiva a la integración vertical, es decir que una misma empresa se ocupe de la mayor parte de las etapas productivas de la cadena de producción para evitar el costo acumulado del tributo y lograr reducir el costo final del producto, afectando principalmente a las pequeñas empresas que intervienen en las etapas intermedias, generando diferencias en la competencia de algunos rubros.
A pesar del enorme consenso en torno a los perjuicios que el impuesto a los Ingresos Brutos trae a la economía del país, las provincias están de acuerdo en mantenerlo porque es su principal fuente de ingresos.
Hubo algunos intentos por intentar discutirlo. En 1993, tan sólo 16 años después de su creación se firmó el Primer Pacto Fiscal, donde las provincias se comprometían frente al gobierno nacional a eliminarlo. El pacto nunca llegó a aplicarse. Su propósito expreso era que, al menos en algunas actividades, Ingresos Brutos quedara sin efectos a mediados de 1995 pero en el medio “pasaron cosas”, el “efecto tequila” obligó a postergar la decisión de manera indefinida.
En 2017, hubo otro intento bajo la presidencia de Mauricio Macri, llegó la firma del segundo pacto fiscal, donde se consensuó con las provincias una rebaja del impuesto a la largo de cinco años hasta llegar a la eliminarlo en muchas actividades primarias e intermedias. Lamentablemente, la historia se repitió: en 2019, tras la asunción de Alberto Fernández, se suspendió el Pacto Fiscal, luego se derogó y en 2021 se retomó el incremento de las alícuotas hasta hoy. El actual gobierno con un presidente no proclive a los impuestos volvió a parecer en el debate.
A pesar de los dos Pactos Fiscales que se firmaron para intentar reducir y eliminar este impuesto (que existe solamente en Argentina) hoy, a poco menos de 50 años de su creación, el Impuesto a los Ingresos Brutos goza de muy buena salud y se encuentra en plena vigencia.
Repensar el sistema tributario argentino para que sea más simple y progresivo, que aliente la inversión, aumente el empleo, genere riquezas, y se produzca un circulo virtuoso en un país con alta informalidad y cada vez más pobres, es una de las grandes cuentas pendientes.
Gracias por leer. Nos vemos en la próxima.